viernes, 16 de marzo de 2018

LA MUERTE DE JACINTO. TIÉPOLO



Cuentan las Metamorfosis de Ovidio que los amores entre Apolo u el mortal Jacinto acabaron de forma trágica cuando el dios lanzó un disco al aire que, al rebotar, mató a Jacinto.
Para recordarlo siempre hizo que las flores que llevaban su nombre (los jacintos) se tiñeran de rojo.

Curiosamente, el pintor cambió el disco por un juego entonces de moda, el tenis, siendo la pelota  la que mata a su amante. Se trataba de una modalidad llamada Pallacorta que se inició en el Renacimiento.

La obra pertenece a uno de sus periodos más inspirado, aquel en el que residió en Würzburg, cuando pintó los frescos del palacio del príncipe obispo Karl Philipp von Greiffenklau



Como ya hablamos aquí, Jacinto fue el emblema de la homosexualidad, y el muy probable que fuera un encargo concreto de un barón que quería con él recordar a su amante fallecido.

Estéticamente, el cuadro resulta de una maestría asombrosa.
A la brillante luz sin sombras del maestro se une una técnica fluida, rica de matices cromáticos

La composición juega con múltiples contrastes, desde la quietud de la izquierda que contrasta con el movimiento (real y emocional) de la derecha (efecto que se refuerza con el uso de la luz entre ambos lugares), mientras que la derecha avanza frente a una izquierda estática y llena de figuras, estabilizando todo el lienzo para proyectarlo después hacia el espectador (efecto que se contrapone a la arquitectura, que avanza a la izquierda y retrocede en una amplia perspectiva a la derecha, dando aire y espacio a las figuras que representan la tragedia)


Como es habitual en el autor, y junto a esta composición general tan sumamente pensada, todo el lienzo se llena de detalles que aportan exotismo (y acaso lecturas iconográficas más complejas y personales) como el loro, la estatua de irónica sonrisa de Pan, flores, fascinantes tocados...

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